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Aclaración

ATENCIÓN!!!

Si tienen dudas sobre las actividades que dejaron los profes, por favor escriban un comentario en la entrada correspondiente, para que los profesores lo vean y puedan responderles. Gracias

NO SE OLVIDEN MANDAR LAS ACTIVIDADES A LOS MAILS QUE FUERON DEJANDO LOS PROFESORES, PARA QUE LAS PUEDAN CORREGIR

16 de marzo de 2020

Practicas del lenguaje 2do B Profe Heren Marcelo

Materia: Practicas del Lenguaje
Curso: 2do B
Turno: Tarde
Profesor: Heren, Marcelo
marceloheren930@hotmail.com
Clase 1
Realizar la lectura correspondiente del cuento para esta clase y completar las actividades
1.1 ¿Qué es lo que ocurre en la historia? Cuenta con tus palabras de manera breve (sin copiar del texto original)
1.2 Extrae del cuento por lo menos 3 ejemplos para cada clase de palabra (sustantivos, adjetivos, verbos, preposiciones, adverbios…)
1.3 ¿Qué otro nombre le podrías poner a la historia luego de haberla leído?
Completar el siguiente esquema según corresponda (a la izquierda de cada palabra colocar el SINÓNIMO y a la derecha el ANTÓNIMO)

RISA
ALEGRE
EXTRAÑO
DELGADO
LEJOS
ENCENDIDO
CALIENTE
CULPABLE
  1. Escribir un nuevo final para la historia.





Clase 2
Realizar la lectura correspondiente del cuento para esta clase y completar las actividades
A manera de resumen escribir luego de la lectura del cuento 10 oraciones y analizarlas de la siguiente manera… marcar en cada una de ellas el núcleo verbal y separar la oración en sujeto y predicado
Completar el siguiente cuadro de tiempos verbales

VERBO
PERSONA
PRETERITO IMPERFECTO
PRESENTE
PRETERITO
PERFECTO
CORRER
1RA PLURAL



REZAR
1RA SINGULAR



AMAR
3RA SINGULAR



ESCUCHAR
2DA SINGULAR



ESTUDIAR
3RA SINGULAR



ALMACENAR
1RA SINGULAR



IMPROVISAR
1RA PLURAL









Clase 3
  1. Leer el cuento correspondiente a la clase 3 y responder

a. Califica con dos sustantivos abstractos cómo era la relación del hombre con la muchacha y fundamenta tu elección a partir de lo leído en el texto.
b. ¿Con qué hechos inusuales se encuentra el hombre al llegar a la casa? Esos hechos, ¿pueden ser tomados como un presagio de lo acontecido con la muchacha? Explica.
c. ¿Cómo reacciona el hombre al encontrar el cadáver de la chica?
d. ¿A qué se refiere la autora cuando dice que el hombre "no sabía que llevaba consigo a su propia muerte"? Explica.
e. Según lo que entendiste, ¿cuál es el tema del relato?:
a) La violencia.
b) El amor.
c) La desesperanza.
d) La venganza.
e) El maltrato.
f) El silencio.
g) Las malas decisiones.
h) Ninguno de los anteriores, para mí el tema es …………………….
f. ¿Qué tipo de cuento es? Fundamenta tu respuesta y extrae ejemplos que la respalden.
g. En el cuento anterior no se deja en claro el grado de parentesco entre la muchacha y el hombre. Inventa una historia en la que se cuente cómo se conocieron, qué relación tenían entre sí en un comienzo y por qué un día todo cambió entre ambos. Recuerda respetar las características del marco del cuento.



Clase 4
1. Explicar para cada uno de los párrafos que tipo de narrador es el que se está utilizando.
Pedro y Pablo no se conocían, ese día sus vidas se iban a cruzar por primera vez y a partir de ese momento sentían que se harían grandes amigos. Se encontraron en la fila del banco, ambos habían tenido un día muy pesado, y muchos problemas en su interior. Como la fila era tan larga, tuvieron mucho tiempo para conversar, hicieron una gran química e intercambiaron contactos.

Desde su claro huerto de manzanos, Pedro dirigió al maestro Guillermo su primer rondel amoroso. Puso los versos en una cesta de frutas olorosas, y el mensaje cayó como un sol de primavera en la vida oscurecida del poeta.

Afuera sólo se escucha el viento. Parece como si yo fuera la única persona despierta en todo el mundo. Estoy intentando recordar lo que soñé anoche; si es que soñé algo. Al abrir los ojos estaba seguro de que había soñado algo. Parecía algo grandioso. Al levantarme perdió su grandiosidad y se volvió algo común. Luego, simplemente desapareció. Mi mente se niega a conservar por mucho tiempo el recuerdo de los sueños.

2. INDICAR BREVEMENTE QUÉ OCURRE EN EL CUENTO, QUIÉN ES EL AUTOR, QUIÉN ES EL NARRADOR, QUÉ TIPO DE NARRADOR ES Y PORQUÉ
EL OTRO YO de Mario Benedetti 
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos en la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte, el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En un primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: "Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable".
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.



CUENTOS
Cuento Clase 1: El verdadero valor del anillo
Érase una vez un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…». Y, haciendo una pausa, agregó: «Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar».
-E… encantado, maestro -titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergados.
-Bien -continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
– Maestro -dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
– Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:
– Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
– ¿Cincuenta y ocho monedas? -exclamó el joven.
– Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
– Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.


Cuento Clase 2: La Casa de Asterión
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz  de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
    El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.
    Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
    No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
    Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?    El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre. -¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Cuento Clase 3: Escabeche de berenjenas
   La casa estaba a oscuras, en medio de la noche casi blanca y de un silencio sepulcral. El hombre bajó del caballo y comenzó a llamarla a los gritos y con insultos, como de costumbre. De un puntapié abrió la puerta y recibió el inconfundible olor del escabeche de berenjenas. Era su plato preferido; ella lo preparaba como nadie, aunque él nunca se lo dijo.
Siguió avanzando sin dejar de blasfemar y de un manotazo corrió la cortina que separaba los ambientes. La ventana estaba abierta y pudo verla a la luz de la luna. Su sorpresa duró apenas un instante. "Infeliz", murmuró con desprecio y, quitándose el cuchillo que llevaba en la cintura, de un solo tajo cortó la soga. El cuerpo inerte de la muchacha se ovilló en el suelo. Salió de la pieza sin mirarla.
Al pasar frente al aparador se detuvo; frascos de diferentes tamaños, en fila sobre un estante, lo estaban esperando. Los acomodó cuidadosamente en una bolsa de cuero y se fue hacia la noche.
No sabía que llevaba consigo a su propia muerte, repartida en pequeñas dosis de veneno.

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